- Las dinastías del "capitalismo estatal" venal son evidencia grotesca, burda de la democracia cooptada por clanes del Estado negocio.
- Carruseles familiares de la felicidad con lo público de frente y sin pudor. Se repite el vicio con mayor impudicia.
Analfabetismo político, polarización visceral y hambre física son las realidades que manipuladas juegan en favor de la repetición del "espectáculo" de tráfico electoral que tendremos el domingo 29 de octubre. En las elecciones locales y territoriales de 2019 cuarenta de cada cien colombianos habilitados para elegir y ser elegidos, no votaron, se abstuvieron de presentarse a las urnas. Dieciocho millones setecientos mil electores ejercieron su derecho a sufragar para elegir cerca de veinte mil servidores públicos en cargos del poder ejecutivo local y territorial en todo el país, alcaldías y gobernaciones, e integrantes de corporaciones públicas, concejos municipales, asambleas departamentales y juntas administradoras locales.
Para que el control de los clanes tradicionales de la política electoral y sus famiempresas sobre el mapa de la democracia representativa se repita como todo indica ocurrirá en los principales centros urbanos y departamentos con mayores recursos públicos bajo el control de clanes familiares, deberá ocurrir que no menos de diez millones de votos estén interferidos por la diversidad de actos de criminalidad electoral en distinto grado cuya impunidad permanece blindada en las prácticas sistematizadas por los "secuestres" de lo público que se relevan sin ningún pudor una y otra vez en dinastías que heredan el negocio político feudal.
Los "secuestres" del Estado son más patéticos en estas ferias y fiestas del tráfico de votos. Aparecen en el ruido democratizado con todos los abusos y excesos de contaminación en el territorio, en imágenes superpuestas sobre fotografías de sus ancestros de la misma tradición que mantiene los círculos de corrupción impune que campea en diversidad de instancias de administraciones locales y territoriales. La impotencia del voto limpio que resulta ser minoritario en donde el desarrollo menor obliga a la población a depender de los presupuestos públicos en gobierno y corporaciones, hace que la distorsión de la democracia leal se repita en la cooptación del treinta por ciento del censo electoral que ratifica una y otra vez a los mismos clanes, dinastías y famiempresas reconocidas. La democracia participativa y el control social ausentes, permiten que este panorama reafirme a los ricos de erario en su dominio.
¿Qué significado tiene el voto en una democracia leal real? ¿Para qué vota un ciudadano leal decente en medio de tal ilegitimidad? Preguntas sin respuesta fidedigna para no menos del setenta por ciento de los colombianos habilitados para elegir y ser elegidos, el cuarenta por ciento que no llega a las urnas y el no menos del treinta por ciento del censo electoral, millones de votos que son permeados por el crimen electoral de la compra venta, el uso del desempleo y necesidad primaria de la gente en el hambre, el vicio de vender el voto, la trashumancia y las acciones delictivas en los procesos de escrutinio como la pérdida de medio millón de votos no contabilizados y luego recuperados en las elecciones parlamentarias de 2022, prácticas que siguen en el centenario aforismo "el que escruta elige".
El voto en una elección democrática significa la libertad, dignidad, conciencia, ejemplo y futuro decidido para los hijos, la familia, la sociedad completa libre en ejercicio efectivo de sus derechos. Vender el voto, entregarlo a cambio de la dádiva que fuera, significa renunciar a todo el bien común para todos en igualdad en una democracia real. Ese deber ser, no se cumple y quienes son cómplices con su voto dañado de los cálculos corruptos de los "secuestres" del Estado, destruyen todos estos valores afirmativos de vida digna en cada territorio.
¿Para qué votar si la certeza es que las maquinarias venales, corruptas van a seguir imponiendo su ley con sus sumas y restas? Cada ciudadano leal, limpio, decente en su conciencia, dignidad y voto sin precio con todo el valor de la decisión libre, coherente, reafirma el testimonio con millones de semejantes que no se venden ni prostituyen su derecho, de un ejemplo justo para sus respetados, respetables sucesores, relevos, hijos, familia, quienes le confieren por mérito todo el respeto merecido por la dignidad certificada con su actuar en el deber ser honorable verificado.
Votar limpio y libre es asunto de conciencia que no depende de engaños como aquello del voto útil que resulta ser otro as de manipulación en las jugaditas de la anti democracia degradada. Hay postulaciones y candidaturas decentes que seguramente no aparecen en la manipuladera mediática fletada por los presupuestos de campaña e intereses de negocio. Votar a conciencia exige rigor, criterio propio y determinación para no caer en el juego de la distorsión sistémica. Votar es ser leal con todos los valores y ejemplos dignos para los nuevos sin permitir ser coaccionados por el aparataje de los "secuestres" del Estado erario.
Datos de la logística en la operación electoral billonaria en los comicios de octubre 29 tienen el siguiente inventario. Serán elegidos 32 gobernadores y 418 diputados que conformarán las asambleas departamentales. En municipios 1.102 alcaldes y 12.072 concejales en los municipios del país, incluido el Distrito Capital de Bogotá. Las Juntas Administradoras locales tendrán 6.513 ediles que conformarán las JAL. Habrá instalados 12.817 puestos de votación (5.605 urbanos y 7.212 rurales), con un aumento de 1.227 puestos en relación con los mismos comicios del 2019, cuando se instalaron 11.590 puestos de votación. Hay incremento de 554 puestos de votación será de 554, de los cuales, 431 corresponden a puestos de votación urbanos y 123 rurales.
Más ciudadanos libres, leales, éticos, acudiendo a las urnas en plena autonomía, es la única "revolución" verdadera en democracia legítima. Quienes votan con esa conciencia enseñan que es posible avanzar en formación y transformación de ciudadanía limpia, ética, que no será objeto de la política mafiosa que se repetirá en tantos cargos atenazados por las dinastías, clanes, feudos familiares, apellidos repetidos, delfinazgos tristes parásitos del erario. Esa fuerza libre debe ejercer la democracia día a día de la vigilancia a la gestión de lo público como se cumple en este tiempo con el actual gobierno nacional de Colombia escrutado hasta debajo de cada alfombra y en todos los resquicios donde pueda ocultarse algo. Ese escrutinio con respeto y sin manipulación denigrante, el que hacen al gobierno del cambio, con la debida lealtad, es el que debe ser realizado hasta debajo de las piedras en cada cubículo de poder público y privado con ejecución de erario en todos los lugares del mapa colombiano.
Opinión Acto Editorial Escrito por Hernando Ayala M. Periodista
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