l Abandonamos el país del abuso y saqueo público de mentalidad delictiva. Bases de cambio con la gente por acción real no de ideología, de trabajo en vida digna.
l El cambio ni se compra ni se vende. Permanecer es responsabilidad de ciudadanos dignos, libres. Una era régimen venal, negociante, cínico, abusador, pusilánime, acomplejado sale del timón del Estado.
Tres cosmovisiones de la vida en esta geografía durante dos siglos, pregonaron al país en voz alta al unísono el pacto escrito de paz y convivencia con todos que se llamó democracia participativa fundada en el poder ciudadano epicentro del Estado Social de Derecho para hacer valer garantías fundamentales en vida digna, autonomía, poder soberano para incidir y decidir el destino común en democracia real, tal cual se materializó en 2022.
Tres décadas largas duró la resistencia al cambio, la transformación de la estructura social de inequidad, exclusión, desigualdad, impunidad, abusos, privilegios, persecución, desprecio por la vida desde todas las formas de violencia practicada por actores múltiples realidad que no cambia en un click porque hay un gobierno de legitimidad popular elegido de manera libre y autónoma por la ciudadanía superior a sus dirigentes esta vez que no vendió la conciencia en la proporción acostumbrada por la compraventa tradicional a cargo de los venales saqueadores de lo público.
Durante treinta años desiertos de poder ciudadano usurpado, suplantado, estuvieron como en los dos siglos cumplidos manejando el poder público los dos colores antagónicos desde el origen de la República, liberales y conservadores, los bandos del lío que comenzó con Bolívar y Santander, “criollos bien” con ínfulas de aristocracia eurocéntrica, que al cierre del segundo siglo fueron mutando de trapo y aviso para manipular gente y someterlos a la compraventa que les garantizó todo el tiempo el control de la "marrana pública", saqueada por una élite pirata de ricos de erario con un mismo pensamiento tramposo, adinerados parásitos del Estado que tomaron todo lo que pudieron de la bolsa pública y se presentan como próceres sin haber producido nunca nada, ni conocimiento, ni educación al pueblo, ni riqueza verdadera. Ricos piratas.
Esos son los que se hacen pasar por "el doctor me dió, el doctor me regaló" con los impuestos de todos. Empleados abusivos, abusadores que apenas estaban saliendo del inquilinato de mala gana y llorando viudez y orfandad de leche pública, el pasado siete de agosto con sus cajas destempladas. Mezquindad y mala leche que seguirá saboteando lo público vendiendo odio y miedo. Mediocracia a sueldo del Estado que sigue en alta proporción incrustada en la democracia representativa del legislativo.
Siguen siendo mayoría en número para votar decisiones en hacer leyes contra los derechos de la gente. Siguen controlando el ejecutivo como ordenadores del gasto en los niveles locales y departamentales del gobierno, alcaldes y gobernadores. El cambio de raíz para expulsar todo el germen parásito de la corrupción tiene que darse en los niveles local y territorial de la democracia limpia con mayoría de ciudadanos que ni se compran ni se venden como aquel estribillo del siglo pasado sobre el cariño verdadero. El cambio verdadero ni se compra ni se vende, es una decisión limpia de la gente a conciencia y en plena autonomía. Ojo con las elecciones locales, territoriales el 23 en catorce meses.
De las tres voces que dieron la buena nueva con los acordes del coro Aleluya del Mesías de Handel, el 4 de julio de 1991, sólo una sobrevive hoy y representa la única de esas tres expresiones políticas que no asumió el mando del gobierno nunca antes del 7 de agosto de 2022 cuando por primera vez se materializó este hecho histórico resultado de un proceso formador de ciudadanos con poder real, que fue fundado en aquel punto de partida.
Así cursan los procesos históricos de cambio en las sociedades y en Colombia apenas se estrena una época muy rara para las conciencias acostumbradas a doscientos años de establecimiento de elites de dudosa conducta sobre una población subordinada en compraventa o indiferencia, resignada a una suerte abusada. La ciudadanía se levantó en poder decisorio democrático como cuando alguien abusado toda la vida dice hasta aquí, ya no más, emancipación representada en la película "La mujer del animal" de Víctor Gaviria.
Las cosas en este punto sentencian una verdad irrefutable, el cambio depende de la gente, la ciudadanía, los ciudadanos con conciencia que tomaron la decisión. El cambio irreversible es no volver al pasado, a los abusadores derogados y cambiar, defenestrar, expulsar a todos los que abusen y traicionen esa voluntad, mandato popular de cambiar toda la estructura anacrónica de país feudal de exclusión e inequidad que sigue ahí.
El cambio no es un caudillo o mesías como salvador con todas las decisiones providenciales y sin discusión como cuando el poder solo emanaba de algún dios y un rey en la tierra. Es con todos y entre todos, en una democracia deliberante con la responsabilidad de quienes en serio asumen la corresponsabilidad de sociedad, nación, Estado social de derecho efectivo. Los saboteadores permanecerán en lo suyo, buscando volver atrás al reino de abusos de alfombra roja. Ahí estarán vociferantes y distractores tratando de enturbiar todo lo posible pues su única opción es engaño, miedo y mentiras de odio. Cobardía.
La transformación paso a paso, paciente, seria, sólida, responsable, es tarea de cada ciudadano en su lugar, entorno inmediato, comunidad, localidad y todo lo posible para aprender en colectivo y promover hacia la emancipación ciudadana en derechos efectivos. El cambio es real, existe, es posible, está en sociedades que han sobrepasado el estadio primario, primitivo de los violentos en este territorio. El cambio llegó después de procesos de compromiso colectivo en Finlandia, Suecia, Noruega, Dinamarca, Islandia, Canadá, donde hay equidad sin ser el paraíso ni la perfección porque humanidad encarna toda la falibilidad posible, pero hay procesos y sistema social que sustenta con suficientes anticuerpos todos los virus y malas acciones excepcionales que intenten dañar el cuerpo social y el estado de derecho para todos.
Un gobierno son apenas doscientas ocho semanas en cuenta regresiva cumplida la primera del debut aterrizaje con el jet lag de quienes se están bajando apenas de su feria de privilegios abusos, en el cierre de la caricatura que duró ése lapso en el inquilinato del primer empleo con su delirio de alfombra roja. El cambio es un estado de transformación permanente, proceso consolidado para salir de toda realidad anómala, de engaño vivido que no puede repetirse más. El cambio es responsabilidad de los ciudadanos sin engaño que no creyeron más al pastorcillo mentiroso que quiso imponer otra caricatura en su secuencia de abuso e irrespeto con la vida de una nación sometida a todo lo inaceptable ocurrido durante treinta y un años de dilación y resistencia a la sociedad para todos en derechos, equidad, inclusión que debe dejar atrás y por fuera todos los demonios de quienes quieren saquear y acumular lo que no les pertenece.
Son los ciudadanos los garantes, salvaguarda, soporte, sustentabilidad del cambio que significa la segunda oportunidad para la Colombia digna abusada durante doscientos años de mediocracia con tantos demonios. Así iniciamos tercer siglo.
Ni buenos ni malos, la única estirpe posible en el verdadero cambio son ciudadanos responsables, autónomos, imposibles de engañar, creadores leales de riqueza veraz. El cambio no tiene precio, ni se compra ni se vende. Como el amor, es o no es.
Escrito por Hernando Ayala M. Periodista Mail disnnet@gmail.com
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