miércoles, 2 de agosto de 2023

🌐 SI NO ENTIENDES, ¿CÓMO PUEDES APRENDER? ♟️

La utopía de una sociedad para todos, libre, con equidad y goce efectivo de derechos para toda la diversidad humana, sin exclusión ni discriminación, tendría su punto de partida real con el cumplimiento del derecho a la educación para todos los seres humanos. Ese principio universal se materializa en la existencia de una escuela abierta y adaptada a la diversidad de formas de aprendizaje en un ciclo de educación para todos. Nadie atrás, nadie por fuera.

Hasta este enfoque con sus metodologías, instrumentos y ajustes razonables individualizados ha evolucionado en teoría, conocimiento, norma, el derecho a la Educación Inclusiva donde nadie puede estar impedido para acceder y realizar este paso imprescindible de desarrollo humano y social.

La escuela para todos en este avance hasta el cual han caminado sociedades con mayores índices de capital humano, con población más educada, como Finlandia, Canadá, referentes en educación inclusiva, la que «adapta y abraza a todas y todos los estudiantes, se adecúa a sus necesidades y contextos como el económico, orientación sexual, género, étnica, lingüística, toda la diversidad», según expresa Carlos Vargas-Tamez, jefe de la unidad de desarrollo docente de la oficina regional de Educación para América Latina y el Caribe de UNESCO.

La prueba de fuego de la educación inclusiva fundamentada en una ética de diversidad y pensamiento universal para el aprendizaje y enseñanza, está en la inclusión real de los estudiantes con discapacidad. Nadie sabe cuántos colombianos con discapacidad están en edad escolar y deberían participar de una educación inclusiva que garantice el goce efectivo de este derecho para romper su exclusión social.

Las proyecciones estimadas con base en indicadores internacionales hacen pensar que no menos de quinientos mil colombianos con discapacidad están en edad escolar y en su mayoría no tienen acceso a una educación que haga posible su desarrollo humano. Según las cifras técnicas oficiales DANE, tres millones de colombianos reportaron discapacidad en el último censo. El mismo gobierno a través de sus voceros habla de no menos de seis millones de colombianos en esta realidad de vida. La proyección de observadores indica que cuatro de cada cinco colombianos con discapacidad no han realizado su derecho a la educación.

Es en este foco poblacional donde surge la pregunta si es real la educación inclusiva en Colombia, que abarca a toda la diversidad humana de una sociedad desigual, inequitativa, excluyente y segregadora que vive en la pobreza de llegar a ser la sociedad más educada de suramérica en el año 2025, sin ser reconocida aún en el mundo como si lo es Chile, como uno de los Estados con norma efectiva de educación inclusiva. Han transcurrido 72 meses de promulgado el Decreto 1421 de agosto 27 de 2017 que establece la ruta con lineamientos precisos para implementar el derecho a la educación inclusiva para los colombianos con discapacidad y nadie tiene la respuesta sobre cómo y dónde vamos hoy en el desafío de alcanzar la cobertura total con calidad plena de derecho a la educación para todos en esta dimensión de la diversidad humana colombiana.

Está en discusión un proyecto legislativo que busca el cambio en la estructura del servicio público para realizar el derecho a la educación de todos los colombianos y en ese marco deben quedar sentadas las bases de una educación inclusiva con accesibilidad universal que no deje atrás ni por fuera a los colombianos con discapacidad que en vano vieron anuncios no cumplidos sobre este derecho en los recientes seis años del promocionado decreto 1421 que sigue moviendo todo tipo de intereses y actividades, menos la educación inclusiva real para la mayoría de la población con discapacidad en edad escolar. La norma tiene que ser ajustada a esta realidad. 


«Si no entiendes, ¿cómo puedes aprender?”, es el título del informe presentado en 2020 por la UNESCO, Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura, que da cuenta cómo cuarenta de cada cien estudiantes en el mundo no logran aprender porque estudian en idioma diferente al materno, una segunda lengua. Es el caso de la educación no bilingüe para colombianos sordos. Otra proyección indica que por cada cien estudiantes de familia con solvencia económica en el mundo hay dieciocho estudiantes en la línea de pobreza, allí donde vive la mayoría de los mil cien millones de seres humanos con discapacidad.

Parados en Latinoamérica y en el foco colombiano, la pregunta no tiene una respuesta contundente y nítida. Hay educación inclusiva en teoría, estudiada, formulada, hablada y escrita en la norma, pero la mayoría de las personas en su diversidad y en grupos poblacionales como en discapacidad, no la conocen, no la han vivido, no tienen acceso. Al formular la pregunta a los educadores o a las familias, la respuesta es similar. Si llegamos a la gestión de las políticas públicas en la materia y la ejecución de los recursos dispuestos en planes de desarrollo para el cumplimiento de este derecho, el diagnóstico es más pesimista aún.

Hay avances y hay casos focales de educación inclusiva efectiva, puntos positivos que se localizan en el mapa generalizado de la exclusión educativa en una sociedad con crisis social y humanitaria donde la juventud, doce millones de colombianos en edad escolar, no pasan como debe ser por el proceso educativo, desertan en gran número antes de llegar a la educación superior, terminan profesionalización muy pocos y los profesionales graduados están excluidos de las oportunidades en gran medida. Así ¿tiene futuro y oportunidades una sociedad focalizada en el conflicto y la confrontación para alcanzar equidad y soporte de paz verdadera? La pregunta queda ahí flotando para que cada uno la afronte en su contexto y entorno, pero ante todo en su conciencia. ¿Cómo hacemos educación inclusiva real en una escuela para todos que nos permita evolucionar?

Escrito por Hernando Ayala M. Periodista   *  Mail  disnnet@gmail.com 






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