l Autonomía para dejar la cobardía ciudadana
l Periodismo ético en esencia es contrapoder, oposición en lealtad íntegra.
Dañar, deslegitimar la democracia es el oficio de la deshonestidad en la incidencia política de mala fé, torva, retorcida, usual en quienes por todo argumento propagan odio con falacias, engaño e incendio emocional en contra de personas en función de mandato gubernamental decidido en ejercicio electoral. Una vez más evidente la ausencia de integridad y honradez política la ejercida por perdedores desleales con investidura de ex mandatarios como el que atacó el discurso del presidente de Colombia ante Naciones Unidas en Asamblea General, al señalar que el jefe de estado "se declaró capo del narcotráfico y defensor" del maldito negocio criminal.
Otra expresión de fraude estigma que cubre el triste "linaje" del autor de la infamia y caracteriza a políticos desleales acostumbrados a deformar y distorsionar el ejercicio de la democracia con engaños para ganar elecciones como aquel famoso NO "emberracado" contra el acuerdo de paz en 2016. Sin pudor alguno repiten una y otra vez la fórmula del odio para revolcar emociones y depredar además del erario la democracia real.
El arte de la política en su más elevada y sublime dimensión filosófica se fundamenta en ética, grandeza, inteligencia, discernimiento, sindéresis, lealtad y valor civil para alcanzar y mantener estatura de respetabilidad y honor en la confrontación de ideas y formas de entender, ver y ejercer lo público, el bien común con todos. Es la carencia rotunda que padecen por emasculación intelectual protagonistas sin estructura, mérito, ni capacidad moral, que han convertido la política partidista en trinchera de sus vanidades, codicia, mediocridad y daño a la sociedad en su deficiente incidencia pública cuando han ejercido el poder para profundizar privilegios, exclusiones, brechas, inequidad e injusticia social.
Esta semana asistimos una vez más al espectáculo degradado de la mezquindad anti política, cargada de odio, sectarismo y el tono resentido de viudez y orfandad de erario que es lo único que mueve a los controladores tradicionales del entramado proselitista y burocrático de los negocios políticos que por ese camino cada vez van a estar menos a sus anchas si la gente insiste en cambiar esas estructuras de corrupción en las siguientes elecciones locales y territoriales. Hay que zafar de la tenaza de criminales de la política con apellidos como aquel Castaño en el eje cafetero y todos los conocidos por la gente, como el politicastro expresidente de la referencia sobre el asunto del discurso colombiano ante la ONU esta semana. Un pensionado que no supo dignificar ninguno de los encargos que recibió del electorado, dedicado al mal uso del residuo de aquella investidura.
Es de la esencia del escrutinio público al poder gubernamental y estatal en general, el ejercicio leal, legítimo, veraz de una oposición sólida fundamentada para que haya suficiente contrapeso, control y prevención de desastres, abusos, excesos, malos rumbos, errores catastróficos y autocracia que pueda degradar la democracia en un Estado Social de Derecho. Si es democracia genuina debe contar con un ejercicio claro, solvente, libre y expedito de oposición con todas las garantías y a la luz de lo público para todos. El jefe de la oposición, el candidato segundo en la elección presidencial, renunció esta semana a esa responsabilidad que no supo honrar.
El ejercicio ético, sagrado del periodismo en esencia es contrapoder, la más limpia forma de oposición sin objetivos políticos proselitistas en busca de llegar a ejercer el poder, mostrar todo lo que no está bien y debe ser sabido en el curso de la acción gubernamental, legislativa, judicial y de control en cada rama y organismo de la burocracia en el Estado. Tan limpia como esta expresión y función social del periodismo potable, ético, debería ser la oposición democrática de las fuerzas políticas que buscan ganar el derecho de ejercer la función del Estado mediante elección directa de los asociados, los ciudadanos libres y autónomos sin engaño.
Integridad no hay donde no existe voluntad de cambio y es lo que no pueden alcanzar quienes siguen aferrados a la vieja política en una sociedad como la colombiana y en toda Latinoamérica sin ejercicio de política leal en democracia legítima. Trampas y veneno como el odio, mentira, manipulación de emociones día a día a través de altoparlantes a sueldo de este establecimiento, ejercen sabotaje permanente y constante a todo intento de cambio para transformar realidades que han vivido por tradición en el control y concentración de privilegios, exclusiones, inequidad, desigualdad y pobreza de la mayoría sin derechos.
Esa democracia formal pervertida por conductas como la de exponentes referidos en los episodios de esta semana que sin nada que argumentar para contraponer a las tesis que gobiernan degradan la conversación pública en la mentira, engaño y odio sectario, es la endemia que no puede permitir el ciudadano leal, con valor civil, sin cobardía, en la elección que en un año deberá realizar cada votante de autoridades locales y territoriales, los mandatarios que manejan de manera directa, cercana, políticas públicas y recursos para la inclusión real y derechos efectivos realizados de todos los ciudadanos en municipios y departamentos.
La política del odio, veneno y corrupción prevalece sólo en la cobardía e ignorancia de una ciudadanía que no es fiel a su deber y compromiso de capacidad, lealtad y ética con su propia vida digna en derechos reales. No más concesiones a la venalidad criminal y mediocridad de los politicastros decididos a traicionar la voluntad de la democracia limpia, legítima de ciudadanos autónomos sin engaño. El poder transformador está en cada colombiano libre.
Escrito por Hernando Ayala M. Periodista Programa Sociedad para Todos 30DS E Mail disnnet@gmail.com